Daniel W. Drezner, La industria de las ideas. Oxford University Press, 2017.
David Callahan, Los donantes: riqueza, poder y filantropía en una nueva era dorada. Alfred A. Knopf, 2017.
Anand Giridharadas, Los ganadores se llevan todo: la charada de la élite de cambiar el mundo. Alfred A. Knopf, 2018.
La clase capitalista controla no solo los medios de producción sino también muchas otras esferas importantes de la vida social. Los autores de estos libros nos acercan a cómo los capitalistas, ayudados por servidores de diversa índole, controlan dos de estas esferas: la formulación y difusión de 'nuevas' ideas y la actividad que recibe el nombre de filantropía (del palabras griegas para 'amor' y 'humano'). Drezner examina la 'industria de las ideas' y la filantropía de Callahan; Giridharadas proporciona una visión general de ambos.
En general, estos autores se centran en solo una de las dos alas de la clase capitalista actual, los llamados "globalistas", cosmopolitas que se mueven constantemente por el mundo, creen en las fronteras abiertas y en la libre circulación de bienes, capital y mano de obra y profesan puntos de vista liberales sobre cuestiones como la raza, el género y la religión. Para las representaciones correspondientes del otro ala (nacionalista, proteccionista o 'conservadora') es necesario buscar en otra parte.
Los plutócratas 'globalistas' y sus compinches habitan un 'capullo intelectual' que Giridharadas denomina MarketWorld. En MarketWorld hay un parloteo interminable y en su mayoría vacío sobre 'cambiar el mundo' que nunca contempla cambiar el mundo (al menos no de una manera muy significativa). 'Puedes hablar de nuestros problemas comunes, pero no seas político, no te centres en las causas profundas, no vayas tras los cocos' (es decir, no culpes de nada a nadie en particular). Por ejemplo, se puede hablar de pobreza pero no de desigualdad.
MarketWorld eleva al estrellato a los 'líderes de pensamiento' carismáticos cuyos mantras superficiales suplantan los debates de los intelectuales públicos. Su 'farsa' llena un espacio que de otro modo podría estar infectado con críticas sistémicas. Al mismo tiempo, alivia las conciencias de los 'ganadores', alentándolos a 'sentirse que son agentes de cambio, soluciones y no el problema'. MarketWorld también ofrece algunos trabajos a jóvenes profesionales que no solo quieren ganar dinero, sino sentirse bien consigo mismos mientras lo hacen.
La imagen que emerge del capitalista es decididamente esquizofrénica, con una alternancia abrupta entre Dr. Jekyll, el filántropo benévolo, y Mr. Hyde, el magnate despiadado y rapaz. La base teórica de esta esquizofrenia fue presentada por primera vez por el magnate del acero Andrew Carnegie en su ensayo de 1889. El evangelio de la riqueza. Según Carnegie, el capitalista ideal acumula tanta riqueza como puede, utilizando cualquier medio que pueda ser necesario, pero acumula esa riqueza no para su propio beneficio (él mismo vive modestamente), sino para redistribuirla en el mejor interés de los demás. sociedad: intereses que él está excepcionalmente equipado para juzgar (después de todo, ha demostrado ser un organizador brillante). Es por eso que Carnegie hizo que sus trabajadores trabajaran tantas horas por un salario tan bajo en el calor de sus acerías, para poder financiar las bibliotecas públicas.
Evidentemente, a los capitalistas no les importa que les digan que hagan más bien. Lo que no les gusta es que les digan que hagan menos daño. Algunos de los filántropos más célebres son los que más daño hacen en su papel de empresarios. Un ejemplo es la familia Sackler, propietaria de Purdue Pharma, cuyos analgésicos altamente rentables alimentaron la crisis de la adicción a los opiáceos (también se benefician del tratamiento de la adicción).
Quizás, sin embargo, estos autores culpan demasiado a los capitalistas como individuos y se centran muy poco en el capitalismo como sistema. Como señala Giridharadas, una empresa que no se gestiona únicamente en interés de los accionistas se arriesga a demandas judiciales por parte de sus inversores. Incluso en el puñado de jurisdicciones donde se aprobaron nuevas leyes corporativas para permitir la creación de empresas 'socialmente responsables' (empresas B), dichas empresas tienen dificultades para atraer y retener capital y siguen siendo pocas y distantes entre sí.